Elecciones en Francia; entre la fragmentación y las relecturas
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Elecciones en Francia; entre la fragmentación y las relecturas

Tanius Karam

Las elecciones parlamentarias del 7 de julio en Francia generan implicaciones en ese país y en Europa. En principio el resultado le permitirá al presidente Emmanuel Macron seguir en el poder, a pesar la pérdida de escaños, que lo obligará a buscar alianzas que le ayuden a gobernar y evitar la parálisis de gobierno.

Esos comicios, son señalados como el mayor triunfo de la izquierda (o de las izquierdas) ya que la coalición obtuvo 178 escaños y se ha convertido en el principal bloque político del país. No pocos señalan esta victoria, como la mayor de la izquierda, desde el triunfo del socialista Mitterrand a principios de los ochenta del siglo pasado.

Para la ultraderechista Marine Le Pen y su partido, aunque ganaron más escaños, la elección fue un fracaso por no alcanzar la mayoría, que se esperaba, alejándolos del poder. Sin embargo, aumentó su representación parlamentaria, lo que indica una creciente insatisfacción entre segmentos poblacionales que podría polarizar aún más la política francesa.

A nivel europeo, los resultados electorales en Francia han supuesto un alivio temporal a la Unión Europea (UE) y la coalición de apoyo a Ucrania, ya que mantienen a las fuerzas de extrema derecha, que tienden a ser euroescépticas y pro-Putin, fuera del poder. Esto proporciona una mayor estabilidad a la política europea y asegura el continuo apoyo de Francia a las sanciones contra Rusia y a las políticas pro-europeas. Aunque, la fragmentación del parlamento francés puede dificultar la aplicación de políticas coherentes, lo que podría tener efectos negativos tanto en la economía francesa como en la europea, ya que Francia es la segunda mayor economía de la UE, jugando un rol crucial en la estabilidad y el crecimiento de la región.

A mediano y largo plazo, los temas centrales de la agenda serán inmigración, la economía y la seguridad. La incapacidad de abordarlos de manera efectiva podría seguir alimentando el apoyo de la población a partidos de tendencias más extremas, lo que plantearía un desafío continuo para Francia y Europa en términos de cohesión social y estabilidad política.

Dos actores

Veamos brevemente dos de los contendientes históricos más importante de Macron: Marine Le Pen, es hija Jean-Marie Le Pen, fundador del partido de extrema derecha Frente Nacional (FN); Marine creció en un entorno político y comenzó su carrera en la abogacía antes de seguir los pasos de su padre en la política. En 2003, Marine se convirtió en vicepresidenta del FN y asumió la presidencia del partido en 2011, sucediendo a su padre. Bajo su liderazgo, el FN fue rebautizado como Agrupación Nacional (RN) en 2018, en un intento de distanciarse de la controvertida imagen de su padre y atraer a un electorado más amplio.

Ella ha intentado suavizar la imagen del partido, aunque manteniendo posiciones firmes en inmigración, nacionalismo y el euroescepticismo. En 2012 y 2017, Le Pen se presentó a las elecciones presidenciales francesas, logrando pasar a la segunda vuelta en 2017, donde fue derrotada por Emmanuel Macron. A lo largo de su carrera, ha sido eurodiputada y se esfuerza por fortalecer la presencia de su partido en el Parlamento Europeo. Ha sido una figura polarizadora en la política francesa, conocida por su retórica en contra de la globalización y su defensa de la identidad y soberanía francesa. Su influencia en la política nacional ha crecido significativamente, reflejando el descontento de muchos ciudadanos con los partidos tradicionales.

El otro adversario de Macron es Jean-Luc Mélenchon: Nacido en Marruecos comenzó su carrera política en el Partido Socialista (PS) (1976- 2008) donde ocupó varios cargos, incluidos el de senador y ministro delegado para la Enseñanza Profesional con el gobierno de Lionel Jospin (2000-2002). En 2008 deja el PS y funda el “Partido de Izquierda” por considerar que otros partidos de izquierda se habían “derechizando”.

En 2016, fundó el movimiento “Francia Insumisa” (La France Insoumise), con el objetivo de unificar a la izquierda y presentar una alternativa radical a la política tradicional francesa. En cuanto a sus posiciones políticas es conocido por su férrea oposición al neoliberalismo y las políticas de la Unión Europea que considera perjudiciales para la soberanía nacional; aboga por una sexta república francesa y por una nueva constitución orientada hacia una democracia más directa y participativa.

Mélenchon ha sido candidato presidencial en 2012 (quedo en cuarto lugar), 2017 y 2022 (tercer lugar en ambas elecciones), y cuenta con gran respaldo popular. Su retórica apasionada y su habilidad para conectar con los jóvenes y los descontentos con el sistema lo colocan como figura importante de la izquierda francesa. Mélenchon también ha sido miembro del Parlamento Europeo, donde defendió sus ideas con vehemencia. También ha defendido adelantar la edad de jubilación a los 60 años, limitar el precio de la gasolina a 1,40 euros y salirse de la OTAN.

Sorpresas y movimientos

Muchos medios de comunicación europeos daban por hecho que la Agrupación Nacional de Marine Le Pen ganaría los comicios de julio. Euronews, TV France, Deustsche Welle y otros dedicaron prácticamente todo el 7 y 8 de julio a transmitir resultados, impresiones y diversos tipos de análisis. Las encuestas volvieron a fallar con el reparto de escaños y Le Pen se estrelló, una vez más, contra un Macron que como el caso del boxeador “Rocky”, no importa cuántos golpes reciba, se mantiene a como dé lugar en el ring.

Esos comicios levantaron gran expectativa pues fueron convocadas por el presidente francés de manera sorpresiva tras la gran victoria del partido de Le Pen en las elecciones parlamentarias europeas donde la extrema derecha dobló en votos a la coalición de Macron. El presidente francés jugó entonces un papel fundamental al preguntar a sus conciudadanos si querían que Le Pen gobernara Francia. El reto era difícil pero la respuesta del electorado fue masiva al registrar la mayor presencia en las urnas de los franceses desde 1997.

Para esas elecciones se formaron cuatro bloques políticos: El “nuevo Frente Popular”, de izquierdas; “Ensemble”, la alianza en torno a Macron; la “Agrupación Nacional” de Le Pen y los “Republicanos”, que es la “derecha” de siempre. Estas 4 coaliciones acaparan el 93% de los escaños. El resto se distribuyen entre candidatos independientes y otras formaciones políticas más pequeñas, la mayoría de centroderecha.

El sistema electoral francés se distribuye en 577 circunscripciones con cifras similares de habitantes. Cada una de estas circunscripciones escoge 1 solo diputado, el de la fuerza más votada. Además se realizan dos vueltas. Por eso, para aglutinar votos y hacerse con ese diputado, los partidos ideológicamente más próximos se unen y forman grandes coaliciones. Este proceso es de cara a los comicios, pero tras las elecciones, el parlamento queda formado por representantes de muchos más partidos.

Por ejemplo, el “Nuevo Frente Popular”, la coalición con más escaños, está formado por el Partido Socialista, el Partido Comunista y Francia Insumisa, el partido de izquierda radical de Mélenchon que obtuvo 80 escaños.

Para imponer un gobierno, el presidente necesita mayoría absoluta o 289 diputados. Este es el número que hace falta para llevar a cabo una moción de censura que obligue al presidente francés a consensuar el gobierno con la Asamblea Nacional. Mientras no se llegue a esa cifra, el presidente sigue teniendo libertad a la hora de escoger su gobierno. Necesita asegurarse un apoyo mínimo en la Asamblea para gobernar, por eso ahora Macron tendrá que consensuar un programa con las fuerzas más moderadas.

Todo esto hace pensar que debido a la dificultad para tener una mayoría absoluta y mantener el gobierno, éste recaiga nuevamente en Macron, pese a que su coalición ha perdido 82 escaños. Como ahora ya no puede actuar solo, le toca pactar una agenda común con los partidos o coaliciones más cercanos, con la idea de tener un gobierno operativo.

Según analistas no parece probable que Mélenchon, líder de Francia Insumisa, proveniente de una izquierda más radical, quiera sacar beneficios y exigir a Macron lo ponga al frente del nuevo gobierno. De hecho tras las elecciones había declarado que Macron tenía el “deber” de nombrar a un primer ministro de la coalición de izquierda y también señaló enfáticamente que se negaría a “entablar negociaciones con el presidente”.

El reto para Macron será negociar de manera más firme ya que en la asamblea tiene apoyo mínimo. Para ello la alianza con el Partido Socialista va ser fundamental ya que su relación con los Republicanos y la derecha probablemente sea un poco más fácil, pero aún así le faltarían votos en el desperdigado sistema de partidos en la Asamblea y apenas estaría por encima del “Nuevo Frente Popular” o el partido de Le Pen.

Macron tendrá que hacer malabarismos para lograr consenso, y algunos esperan que la agenda pudiera inclinarse hacia la izquierda, ya que este bloque parece más sólido, aunque pronto empezará la competencia interna entre los diferentes partidos que lo componen para hacerse con el mayor protagonismo posible.

Aunque la coalición de izquierda dista de estar unida, como se vio el 7 de julio ya que no realizaron celebraciones conjuntas, lo que refleja falta de cohesión de ese bloque. El Secretario del Partido Socialista, Olivier Faure declaró que no se prestaría a una coalición de opuestos que traicionara el voto de los franceses; Faure, también se ha apresurado a negar cualquier apoyo una candidatura del propio Mélenchon como Primer Ministro.

Esto quiere decir, que para negociar exigirán de todo: la derogación de la reforma de las pensiones, el cambio en la política económica, el aumento del salario mínimo, ministros, quizás un primer ministro cómodo para ellos. No sería descabellado ver a Macron nombrando a un primer ministro de otro partido para llevar el gobierno adelante, y apelar a una gran coalición por los valores republicanos.

Si bien se ha señalado a Le Pen como la gran perdedora, no significa que haya quedado fuera, todo lo contrario. No hay que olvidar que aumentaron su presencia en el congreso de 88 a 143 diputados. Es cierto que se esperaba un mínimo de 211 hasta 273. Le Pen declaró: “La marea sube. No subió lo suficientemente alto esta vez, pero sigue subiendo y, por lo tanto, nuestra victoria solo se ha retrasado”.

Ante la pregunta por qué cada vez más franceses votan por Le Pen, hay que tomar en cuenta el descontento ante el aumento de precios; las políticas contra el cambio climático; la inmigración; la pérdida de los valores ligados a la república; el incremento en la pobreza y la violencia en los guetos formados en la periferia de las grandes ciudades, donde las estadísticas rayan en lo escandaloso: cerca del 50% de los niños en la periferia, donde viven los inmigrantes de primera y segunda generación son pobres.

Además, en esas comunidades depauperadas el desempleo duplica el promedio nacional. ¿Es posible pensar que el problema de la inmigración, la inseguridad, la deuda, el poder adquisitivo se resolverá en un país sin mayoría real?

Esto no es bueno para la segunda mayor economía de la Unión Europea. De cualquier manera siempre detrás de las noticias generales, existen estos retos, que pasado el reflector mediático, se diluyen entre la información diaria, y que en este caso podemos ver los desafíos internos que tiene este importante país, y que como otras naciones en occidente está enfrascado en fuertes crisis internas de sus sistemas de representación.

Catedrático investigador de la UACM y analista.

@taniuskaram

19 de agosto de 2024