El tlacuilo del siglo XX, Joaquín Galarza a 20 años de su muerte
Cultura, Principales

El tlacuilo del siglo XX, Joaquín Galarza a 20 años de su muerte

Alfredo Tenoch Cid Jurado

Una vida de primicias

En julio se cumplieron 20 años de la muerte de Joaquín Galarza, el célebre mexicano que tuvo la “osadía” de llamar escritura a las pictografías de los pueblos mesoamericanos en contra de las tendencias de entonces. Toda su carrera luchó por dignificar las culturas indígenas y realizó importantes censos de códices a fin de valorar la memoria de los pueblos indígenas.

Como investigador desarrolló un método para el estudio sistemático de los documentos pictográficos y dirigió grupos de investigación durante 30 años en el Musée de l’Homme en Paris, en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología (CIESAS), además de impartir clases en la ENAH en México. 

La vida de Joaquín Galarza estuvo llena de primicias desde su juventud hasta su fallecimiento. Su tarea principal consistió en recuperar los documentos pictográficos de diversas culturas mesoamericanas, los llamados códices protegidos del expolio en las comunidades y finalmente censados para su resguardo.    

Aunque nació en el seno de una familia tradicional en San Luis Potosí en 1928 vivió entre la Ciudad de México y París donde falleció en 2004. Si su atención estuvo siempre centrada en la memoria conservada en las fuentes primarias, su compromiso con el respeto a la cultura indígena se mostró en acciones, clases, talleres y visitas a los lugares originales referidos en los códices topográficos. En sus dinámicas charlas en privado, siempre en compañía de un buen vino o de tequila, fuera en Bolonia, Viena, París, Roma o su departamento en el Multifamiliar Alemán contaba cómo logró obtener la beca para estudiar en Francia. 

Cuando a diferencia de los demás mexicanos que irían a Francia becados en 1957, su contrato como profesor de francés le impedía partir el día fijado en tren rumbo a Nueva York para viajar en barco a Europa. Fue el primer estudiante becado en volar a esa ciudad patrocinado por la naciente línea aérea PANAM. Su compromiso con la cultura mexicana lo llevó a realizar su maestría en Bibliotecología en París, a ser discípulo de André Leroi- Guorhan y a formar parte de su equipo hasta obtener la conducción de la biblioteca el Musée de l’Homme. 

Su doctorado de estado lo convirtió en etnólogo centrado en la cultura mexicana como investigador del CNRS (Consejo Nacional de la Investigación Científica) en Francia hasta su muerte. Su posición de avanzada lo llevó a cultivar amistad con los principales antropólogos de la escritura, entre ellos Giorgio Cardona, con quien defendió siempre que los sistemas pictográficos eran una escritura, incluso en contraposición a posturas más tradicionales como las de León Portilla. Galarza no recibió tantos premios y reconocimientos como invitaciones y becas para realizar estudios en la Chicago University y otras instituciones. Pudo analizar el mapa de Upsala o asistir a la restauración del Codex Mendoza conservado en la Biblioteca Bodleiana de Oxford en Reino Unido y ahí revisar las páginas desechadas por los tlacuilos que habían sido reutilizadas para hacer las cubiertas. 

En 1978, en pleno auge de la semiótica visual, Joaquín Galarza colaboró en el número 29 de la Revista Communications dedicada a las imágenes culturales junto a Michel del Rio, Christian Metz y Umberto Eco, con quien cultivó una gran amistad. Al publicar el libro y el video de “Il mistero svelato della scrittura azteca”, la revista italiana Archeologia viva lo denominó el “Champollion de la escritura azteca”. Pudo ser el primer mexicano laico en revisar el archivo dominico en Bolonia en búsqueda de documentos pictográficos originales, sin suerte, pero con la meticulosidad característica de su trabajo.

Otra primicia fue su posición ante las diferencias en las preferencias sexuales, aspecto poco conocido de su vida privada, pues no escondía su orientación sexual e invitaba a quien quisiera escucharlo a vivir con apertura. Muchos estudiantes de entonces, ahora destacados investigadores, lo cuestionaban e incluso lo reprobaban por no mantener secreta su vida íntima, aunque ahora realizan homenajes sin respetar ese aspecto, parte fundamental de su vida privada. En ese sentido fue también un importante precursor.

Descifrar la escritura azteca

Dedicó su carrera al desarrollo de un método para el estudio de la escritura pictográfica utilizada por las culturas mesoamericanas con especial atención a la escritura de las diversas variantes de la lengua náhuatl, subrayando la cultura azteca y su interés residió en formar equipos interdisciplinarios y transdisciplinarios. Galarza decía, por ejemplo: “un arquitecto ve un mapa de manera distinta a un antropólogo”.

Al obtener su Docteur d’État en Lettres et Sciences Humaines por la l’École des Hautes Études en Sciences Sociales pudo abrir seminarios y grupos de investigación con alumnos de distintas partes del mundo. Logró integrar en su método el aporte de diversas disciplinas, entre ellas la semiótica y fue pionero en rechazar el concepto de escritura fonética o silábica como parámetro para graduar el nivel de evolución cultural. 

Denunció en cada foro donde pudo participar las connotaciones etnocentristas y eurocentristas donde las culturas indígenas del mundo eran vistas como producto de “el buen salvaje”. Su cercanía a la semiótica permitió demostrar el desarrollo cognitivo de otras formas de conservar la memoria cultural de una civilización sin menoscabo de su prestigio.   

Galarza insistía siempre: “debes dejar que el texto te hable, no le impongas una interpretación. No veas un documento a partir de lo que dijo Sahagún, Seler o Bernal Díaz del Castillo, deja hablar al códice. Debes respetar su dignidad y entender sus reglas, su orden, para acceder al conocimiento resguardado en su interior.” Trabajar a su lado era aprender a ver, y al conjugar la metodología semiótica desde la perspectiva cognitiva de Umberto Eco. Era quitar un velo de años a una forma de preservar la memoria colectiva, conservarla y transmitirla.

Para Galarza la escritura era parte de un complejo sistema donde se incluían otras prácticas y hábitos culturales y eran reflejo de la organización social, económica, educativa. En su trabajo Los Lienzos de Chepetlan (1972) muestra las “fuentes pictográficas” de un documento topográfico con las indicaciones visuales para trazar un recorrido aún existente y recorrerlo bajo su guía. Cada documento tiene vida, y es necesario revivirla para comprender su contenido, su información y el resguardo de la memoria que conserva.

Compartir y transmitir el conocimiento, la didáctica del caminante

La mayoría de sus discípulos conservamos una importante enseñanza y guardamos simpáticas anécdotas, lecciones para transmitir y un modo de resguardar el conocimiento en la preparación de las nuevas generaciones. Mi primer acercamiento con Joaquín Galarza fue para solicitar su codirección de mi tesis doctoral cuando era jurado de un Festival de Documentales etnográficos en la ciudad de Forlí en el norte de Italia. Entre 1994 y 1999 tuvimos un trabajo intenso aplicado a los códices y las escrituras pictográficas. 

Como su asistente pude presenciar y traducir algunos de sus cursos de escritura y lengua náhuatl a los estudiantes de la Universidad de Bolonia. La profesora y doctora Laura Laurencich-Minelli lo invitaba regularmente a ese ateneo como parte fundamental de sus cursos. La paciencia y la meticulosidad de Galarza en la formación de cada estudiante era la constante y el cuidado en el análisis de formas y colores, permitían abrir el conocimiento en cada unidad, glifo, y en cada “poema visual” que resultaba de la lectura en su lengua el natural. “Los glifos no se interpretan, se leen en su lengua original”, era la consigna.

Recorrer los lugares indicados en los mapas era la tarea y la primera fuente de recursos pues era reconstruir el universo visual visto por el tlacuilo. Los congresos nacionales e internacionales siempre fueron un espacio donde mostrar los avances y donde perfeccionar las prácticas de los investigadores como el espacio en la Sociedad de Americanistas. En 1994 junto con mi amigo Antonio Perri realizamos el primer congreso en Roma donde se conjugaron la semiótica y los estudios de la escritura en el Coloquio “Scritture Mesoamericane” en el Istituto Italo LatinoAmericano. 

Fernando Macotela nos abrió las puertas al ser el director en turno. De ahí las citas intensificaron su frecuencia como el encuentro en el XXI Convegno Internazionale di Americanistica en el Centro di Studi Americanistici “Circolo Amerindiano” dirigido por el noto Romolo Santoni, en Perusia en Italia en 1999 y en el 2000 o el Symposium “Kulturwandel im Mexiko des 16. Jahrhunderst” en Viena y el monasterio de Göttweig en 2002. Este último ya no pudo contar con su presencia por lo avanzado de su enfermedad.

Galarza el goliardo

La imagen de un mexicano en la década de los cincuentas en París era distinta a la actual, pues México era visto como un país rico, lleno de alegría sin padecer los estragos de una guerra aún fresca en la memoria. La posguerra en Francia delineó el mundo estudiantil y formativo de Galarza. El aspecto del cantor, del gran devorador de ostras, y creador de la alegría en cada charla con un buen vino, gusanos de maguey o un fois grass ceremoniaban cualquier encuentro. 

Durante su último curso en la Universidad de Bolonia en 1999 fue “secuestrado” por los goliardos que lo tuvieron bajo custodia en una taberna universitaria, donde recitó poesía, canto canciones tradicionales en latín, alemán, francés, español e italiano. El rector Fabio Roversi Monaco tuvo que pagar el rescate a la fraternidad de la Oca que lo había podido disfrutar todo un día para liberarlo después y dejarlo en la puerta de la biblioteca a las 8 de la mañana. Ahí lo esperaban los estudiantes con quienes entablaría una lección con el Códice Cospi como objeto de estudio. 

Galarza mostró siempre su carácter goliáridico, su gusto por la trasmisión de la cultura, y conservación, pero también motivo de encuentro, de acalorada discusión y al fin de festejo. Sus alumnos de Viena recordarían siempre el inicio de la clase con el calor de verano en un aula sofocante y la conclusión en una hostería frente a una animada charla y una fría cerveza. La inteligencia y la cultura se miden claramente en saber recuperar cada rasgo que vuelve diversas a las poblaciones humanas, reconocer su rango, su dimensión en su merecido respeto y sobre todo en su individualidad, derecho que Galarza buscó reconocer a las distintas variantes étnicas a través de su legado. Galarza Semper vivat!

Cátedra Mexicana de Estudios Semióticos Umberto Eco, Universidad Akali

15 de agosto de 2024