El planeta de los hongos
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El planeta de los hongos

¿Qué podría aportar un ensayista al ámbito de los hongos alucinógenos que no estuviera relacionado únicamente con las diferentes sensaciones y visiones que experimenta el ser humano al consumirlos? Esta fue la pregunta que Naief Yehya se hizo cuando un amigo le sugirió escribir acerca de uno de los seres más interesantes y poco conocidos que habitan el planeta Tierra, los hongos.

A Yehya el tema le parecía lejano, a pesar de sus experiencias de juventud con los hongos alucinógenos, dedicado en los últimos tiempos a desvelar los intersticios del  armamentismo con drones, el ciberespacio, la pornocultura y el genocidio en Gaza.

Pero la curiosidad del investigador social venció a la incertidumbre, cuando recordó publicaciones y testimonios de no pocos de los creadores de herramientas tecnológicas de la meca digital Silicon Valey, quienes admiten que su consumo de hongos potencializó su creatividad. Así lo habían relatado décadas atrás Aldoux Husley, William Burrougs y Allen Gisberg.

En 2023, Naief emprendió el viaje al redactar en nueve meses lo que se titularía después El Planeta de los Hongos. Una historia cultural de los hongos psicodélicos, editado por Anagrama. El libro es mucho más que una simple inserción a los efectos de la sustancia que inexplicablemente secretan algunos de estos organismos. Es una recopilación enorme de investigaciones científicas, testimonios, historias, experiencias, incluso en el ámbito de quienes desarrollan tecnología de punta.

En el libro, Yehya detalla: “De hecho, durante gran parte de la historia humana los hongos han sido un misterio, organismos casi místicos que parecían brotar de la nada, que igualmente podían ser deliciosos que mortales, impredecibles y efímeros” (p.13). La obra registra una mirada antropológica más que biológica, sobre los hongos alucinógenos.

Advierte que desde la antigüedad ya se tenía contacto con ellos, incluso antes de la aparición del Homo sapiens. La teoría Stoned Ape (“simio droga- do” en inglés) concebida por el farmacólogo Roland Fischer en los años sesenta, plantea que los homínidos ya experimentaban alucinaciones y experiencias místicas debido a su consumo, lo que le atribuiría a los hongos un papel importante en la expansión de la mente, culminando en la transición evolutiva:

“…la psilocibina habría estimulado el rápido desarrollo de las capacidades de procesar información, que a su vez permitieron el desarrollo del arte, el lenguaje, las jerarquías sociales complejas y la creación de tecnologías” (p.158).

El escritor, quien vive en Nueva York desde 1992, recupera la carga mística y sagrada que se le atribuyen a las propiedades alucinógenas de los hongos, y a partir de las cuales se habrían fundamentado algunas religiones de diversas culturas.

Recupera la influencia de la indígena mazateca María Sabina, quien 70 años atrás despertó el interés y el consumo por los hongos en México y en Estados Unidos.

Explicó que justamente sus intereses por la tecnología fueron los que lo convencieron de indagar acerca del tema. Con base en investigaciones científicas, considera que los efectos de las sustancias psicodélicas generadas por algunos de estos seres vivos, provocan una especie de hackeo del cerebro.

Naief Yehya, que en algún mo – mento de su vida consumió hongos, escribe en su libro: “Y ese mundo está mucho más extendido en nuestra cotidianidad en gran medida porque la experiencia digitalizada e hiperconectada en la que vivimos hoy, está fuertemente influenciada por visiones psicodélicas”.

“…hay compañías que han incorporado guías y entrenadores de viajes psicodélicos a su nómina, como recursos para mejorar su competitividad. El uso de sustancias psicodélicas para estimular la imaginación, creatividad, enfoque, resolución de problemas y productividad se ha normali – zadoenesa y otras industrias”.

“ …Silicon Valley se erigió, así sobre una montaña de ácido lisérgico…”. Y recupera palabras de Steve Jobs, fundador de Apple y de Pixar: “Tomar LSD fue una experiencia profunda, una de las cosas más importantes de mi vida… Reforzó mi sentido de lo que era importante: crear grandes…”

“…los hongos parecen abrir puertas de percepción, hacer legibles señales, patrones y lenguajes que normalmente están fuera de lo que podemos entender o siquiera registrar”, agrega Naief.

“…en cierta forma mis amigos y yo… compañeros de viaje, fuimos parte de la resaca del fenómeno psicodélico, nos apropiamos de los hongos… ¿Aprendimos algo en estos viajes? Creo que sí. A muchos, como he dicho antes, nos cambió la vida”.

Durante las presentaciones del libro en México (“Fiesta del Libro y la Rosa” y en el “Festival de Arte y Ciencia El Aleph”), Naief Yehya advirtió: “Yo no soy biólogo ni antropólogo, soy ensayista; por tanto, soy simplemente un falsificador. Yo me dedico a contar historias que me sorprenden, que me fascinan”.

Redacción

8 de junio de 2025