Desde las oscuras entrañas de los medios; El dilema, El informante, Matar al mensajero
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Desde las oscuras entrañas de los medios; El dilema, El informante, Matar al mensajero

Rafael Aviña

La TV: la caja amañada

Entre 1956 y 1959, Charles Van Doren, profesor de inglés de la Universidad de Columbia y perteneciente a una prestigiosa familia de intelectuales, se convirtió en uno de los personajes más populares de Estados Unidos gracias a su participación en el concurso de televisión Twenty One/21. 

Durante casi tres años contestó siempre las más variadas y difíciles preguntas, sustituyendo a otro ganador de origen judío que fue obligado a perder: Herbie Stempel. Sin embargo, cuando la popularidad de Van Doren llegó a todos los rincones del país, estalló el escándalo: uno de los concursantes eliminados denunció que el concurso era un fraude y que las respuestas se conocían con anterioridad… 

…A finales de los años cincuenta y con más de cincuenta horas semanales de transmisión, los programas de concurso televisivo de preguntas y respuestas -los llamados Quiz Shows-, representaron una extensión del llamado “sueño americano”. 

Se trataba sin duda de esa seductora idea de fama y dinero fácil, para una generación de posguerra, fascinada con la promesa de una movilidad social en ascenso. Sin embargo, la ilusión se quebró al descubrirse lo amañado de los concursos y el poder de las audiencias como lo muestra El dilema/The Quiz Show (EU, 1994), una de las películas más importantes y menos valoradas de la década de los noventa. 

Y es que Hollywood, volteaba su mirada en esos años, hacia los orígenes del american dream, hurgando en las fábulas sociales de realizadores legendarios como Frank Capra, el más invocado por una generación intermedia de cineastas, preocupados por desenterrar un pasado de engaños y promesas rotas, así como en resaltar los más nobles ideales del pueblo estadunidense, en cintas tan dispares en apariencia de ese mismo año de 1994, como: Forrest Gump de Robert Zemeckis, El apoderado de Hudsucker de los hermanos Coen y El dilema dirigida por el actor y director Robert Redford. 

No resulta casual que las tres cintas citadas, arranquen en 1958, una época que se preparaba no tanto para la contracultura de los años sesenta, sino para enfrentar la pérdida de la inocencia de un país. 

El escándalo que provocó el reconocimiento del poder políticosocial de la televisión con ese debate televisivo entre Richard Nixon y John F. Kennedy, y de otras tragedias ciudadanas, como el asesinato del propio JFK, el escándalo Watergate o el asunto Irán-Contras y más. Van Doren interpretado por Ralph Fiennes, hombre atractivo y carismático, se convierte en una celebridad nacional. 

Abrumado por esa presión, empieza a dejar que los productores le den las respuestas, en lugar de buscarlas él mismo. Mientras tanto, Stempel (John Turturro) amenaza con tomar acciones legales contra la cadena NBC ya que su prometida vuelta a la TV sigue en pausa. Dick Goodwin (Rob Morrow), joven abogado del Congreso egresado de Harvard, viaja a Nueva York para investigar los rumores de los concursos amañados y sospecha que el concurso Veintiuno es en realidad un montaje, pero nadie parece corroborar que el programa sea un fraude, incluso, Goodwin duda que Van Doren pudiera estar involucrado en el escándalo. 

Todo explota cuando Stempel testifica ante el Congreso e implica a Van Doren, forzando a Goodwin a llamarle como testigo… 

…El dilema, abre de manera notable con el grandioso tema musical Mack The Knife interpretado por Bobby Darin, anticipando lo que vendrá. Sin embargo, la cinta abandona la nostalgia fácil para trastocarse en una intrigante alegoría sobre el fin de una época a partir de diversas e inquietantes lecturas (un mérito del realizador y del guionista Paul Attanasio, el mismo de Acoso sexual): la amoralidad de la televisión, la paranoia macartista de la Guerra Fría, el racismo imperante -ese antisemitismo del que se quejaba Stempel-, pero sobre todo, el filme insiste en la pérdida de la inocencia, de esos millones de Forrest Gump, engañados por su propio país. 

Redford consigue un thriller de suspenso moral, que recuerda algunos de los más lúcidos pasajes del cine negro, adaptado a una verista crítica social, inspirada en hechos verídicos: el escándalo protagonizado por el programa de la NBC, Twenty One, que involucró a altos ejecutivos de la empresa, poderosos patrocinadores y varios subalternos predeciblemente sacrificables.  

La responsabilidad televisiva Heredera de filmes tan disímbolos como El embajador del miedo (John Frankenheimer, 1962), Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), o la citada Quiz Show/El dilema, El informante/ The Insider (1999), dirigida por Michael Mann, resulta un inquietante y atractivo descenso a los infiernos de la paranoia y la moral estadunidense; no obstante a diferencia de las arriba citadas, su relato se adecua al cinismo y la incertidumbre propias de aquellos años noventa -época en que sucede la historia- para eliminar así todo residuo de nostalgia en aras de un apabullante realismo cotidiano. 

Un suceso real publicado en la revista Vanity Fair, acerca de los ocultos entretelones de las mega millonarias empresas tabacaleras puestos al descubierto por un productor del programa noticioso de la CBS, 60 minutos, a partir de su relación con un alto ejecutivo de desarrollo científico y corporativo de la empresa Brown & Williamson despedido de su cargo y amenazado debido a la información clave que manejaba, sirve de pretexto al realizador Michael Mann para cuestionar la ética periodística y de paso, la responsabilidad civil cotidiana. 

El escándalo e intereses millonarios alrededor de la manipulación de la nicotina por parte de las cigarreras y el impacto de ello en el fumador (adicción permanente, afectación del cerebro, el sistema nervioso y más), es sólo el detonante para sumergirse en la pérdida de valores del estadunidense medio, debido a la imperante cultura del confort y la competitividad. 

Un asunto mostrado sutilmente por Mann y su coguionista Eric Roth, a partir de la vida cotidiana del Dr. Jeffrey Wigand (Russell Crowe espléndido), sus problemas matrimoniales y la relación con sus dos pequeñas hijas. De hecho, si en algo coincide la filmografía de Mann, ex guionista de teleseries como Starky y Hutch y Vegas, así como creador de Miami Vice e Historia del crimen, no sólo radica en las constantes referencias a los avances tecnológicos, o la creación de fascinantes diseños visuales-auditivos y atmósferas inquietantes. 

Sobre todo, el cine de Mann, insiste en el retrato de dramas humanos y las difíciles relaciones familiares. El informante es a fin de cuentas, un drama de “personas comunes que reaccionan bajo una presión extraordinaria”, según lo aclara el antiguo reportero Lowell Bergman (Al Pacino soberbio). 

El informante es el relato de dos obsesiones llevadas hasta sus últimas consecuencias, bajo el barniz de un thriller de acoso paranoico, en el cual, el realizador no ha hecho más que extender algunas constantes de su filmografía. Jeffrey Wigand es un hombre impulsivo y asustado que se enfrenta a la maquinaria del poder con todos los riesgos que ello implica (desacreditación, chantaje, persecución), Lowell Bergman, en cambio, encarna al ex periodista de izquierdas decidido a proteger sus fuentes informantes y responsabilizarse de sus actos en busca de la verdad. 

Bajo la consigna de “Cuanto más grande es la verdad, más grandes son los daños”, la CBS evita transmitir el testimonio de un hombre cuya información resulta clave para la salud civil que afecta a su vez, enormes intereses que incluso ponen en entredicho al polémico periodista y conductor Mike Wallace (un Christopher Plummer sensacional), lo que da pie a Mann para sumergirse en la parafernalia televisiva, la vanidad del micrófono y la responsabilidad de los medios masivos. 

Luego de una espectacular y trepidante cinta de acción como Fuego contra fuego (1995), el director de Sabueso/Cacería humana (1986) y El último de los mohicanos (1992), apuesta por una suerte de suspenso cercano al noir para ahondar en la amoralidad de la televisión, la pérdida de la inocencia y la esencia del periodismo. 

Lo más sorprendente, es que la fotografía del veterano Dante Spinotti, la perturbadora banda sonora de Pieter Bourke y Lisa Gerrard y el montaje a cargo de William Goldenberg, David Rosenbloom y Paul Rubell, contribuyen de manera inquietante a crear un aura fantasmal a un relato real y una tragedia doméstica y pública. 

A la distancia, un par de filmes polémicos, atípicos y brillantes sin duda. Epílogo. La verdad bajo la sombra Como se aprecia, a partir de la década de los noventa, el cine estadunidense impuso una suerte de nuevo subgénero: el biopic con tintes documentales. 

La recreación biográfica de personajes reales a través de dramas de ficción con un estilo visual cercano al registro documental de hechos para aportar verosimilitud. Además de las citadas El dilema y El informante, ejemplos sobran: Atrapado por su pasado (Brian De Palma, 1993), Donnie Brasco (Mike Newell, 1997), o Inhala (Ted Demme, 2001). 

En esa línea, se inserta Maten al mensajero/Kill the Messenger (EU, 2014) de Michael Cuesta, cineasta arrinconado a la televisión (Homeland) y al cine independiente como lo muestra la estupenda Frente al abismo (2001). 

La idea aquí, es cuestionar la doble moral y los horrores que ocultan los hombres en el poder y las instituciones que los secundan. No se trata de México, sino de Estados Unidos en los años ochenta y noventa e inspirada en el trabajo real del periodista de investigación Gary Webb. 

De manera azarosa y de manos de una sensual latina novia de un narco nicaragüense (Paz Vega), Gary Webb (Jeremy Renner, notable), reportero de un modesto diario californiano, el Mercury News, recibe un documento clasificado. Gracias a ello, destapa una inmunda cloaca: la CIA inunda de droga los barrios pobres de los negros en Los Ángeles y otras ciudades para financiar la guerra en Nicaragua y apoyar a Los Contras. 

La protesta de la comunidad negra no se hace esperar y Webb se coloca en el ojo del huracán; como su alegórico título lo indica, aparece como el culpable por traer malas noticias en lugar de los verdaderos responsables, a partir de una serie de reportajes que elabora bajo el título de “Alianza oscura”. 

Por ello, el periodista sufre presiones, amenazas, crisis familiar y laboral e incluso el silencio de sus jefes. Con un ritmo vertiginoso, Michael Cuesta crea un eficaz ambiente de paranoia y mentiras políticas en otro filme digno, poco conocido y atípico de Hollywood…

Crítico y cronista de cine, video y criminalidad. Ha sido investigador de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM y dirigió el Cineclub del INBA

14 de enero de 2025