Claudia Benassini F.*
A mediados de 2010 los jóvenes emprendedores Kevin Systrom y Mike Krieger lanzaron la primera versión de Instagram a través de la tienda Apple. Se trataba de una aplicación para iPhones e IPods pensada para que los aficionados a la fotografía utilizaran sus dispositivos como cámara y pudieran compartir su trabajo en una plataforma.
De ahí surgieron los primeros filtros para mejorar las imágenes, los primeros likes y los primeros seguidores. Menos de dos años más tarde, el proyecto todavía en ciernes fue vendido a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, quien vio en Instagram una estrategia para atraer a las audiencias jóvenes que comenzaban a aburrirse de ver a sus padres y adultos mayores socializar en un espacio inicialmente concebido para ellos.
Una estrategia que iba más allá de los aficionados a la fotografía y que gradualmente sumaría otros proyectos e intenciones a la causa. El resto de este espacio se dedica a un análisis de la presencia de la desinformación en Instagram como variante de las diversas subculturas que se han establecido en resta red social.
El análisis se acompaña de una reflexión sobre las implicaciones de esta presencia para el ecosistema informativo en las redes sociodigitales.
De los aficionados a la fotografía a la revolución de la comunicación visual
Cuando Instagram fue vendido a Mark Zuckerberg, los aficionados a la fotografía rebasaban el millón de afiliados. Y es que afición resultó ser una noción aplicable a todos los usuarios dotados de un iPhone –la aplicación llegó a Android en 2012- dispuestos a capturar su cotidianeidad y compartirla con un número creciente de contactos que buscaban lo mismo.
Para que Instagram fuera más rentable, fue necesario modificar gradualmente la propuesta inicial, propiciando la apropiación de espacios por parte de diversas subculturas que contribuyeron a la construcción del sentido de socializar imágenes.
En este proceso, que por razones de espacio se sintetiza apretadamente, Instagram dio cabida a millones de usuarios, revolucionando la comunicación visual al conceptualizar la fotografía como la captura y socialización de lo cotidiano.
Hoy en día, a poco más de diez años de que Zuckerberg la comprara, millones de usuarios comparten diariamente fotografías, videos en vivo, historias, recurren a la mensajería directa y a otras opciones que de manera creciente ofrece la aplicación.
Como ya se hizo notar, ha desarrollado un lenguaje de la imagen para compartir lo cotidiano a través de dispositivos móviles1. Para efectos de este trabajo interesa destacar que desde 2011 los #Hashtags contribuyen a la socialización e intercambio de imágenes, así como a su acumulación por líneas temáticas.
Asimismo, los instagramers pueden almacenar fotografías y videos. Estas y otras innovaciones que continuamente se introducen dan cuenta de la contribución de la red social a la imagen digital y al posicionamiento de la comunicación móvil.
Para muestra, un botón: los millones de selfies que durante estos años ilustran la cotidianeidad de usuarios ávidos de mostrar sus habilidades con el teléfono móvil, muchos de ellos a costa de su vida. Una de las tantas aportaciones de Instagram a la cultura de la imagen.
La #Desinformación ¿Una subcultura?
La cultura de Instagram se ha construido por vía de diversos grupos que ahí se han establecido, mostrando a los usuarios las distintas formas de compartir lo cotidiano. Estas formas se han traducido en prácticas que han contribuido a la construcción del lenguaje icónico, que se traduce en una de las aportaciones de Instagram a la cultura de la imagen digital.
De acuerdo con Leaver, Highfield y Abidin (2020), arte y fotógrafos, políticos, museos, alimentos, decoración, cultura popular e influencers virtuales forman parte de las culturas de Instagram. A ellas se suman otros grupos que persiguen una causa común, como la defensa del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y la búsqueda de desaparecidos, entre otros. Más recientemente se han incorporado comunidades que comparten imágenes en torno a la cotidianeidad del coronavirus.
En este contexto, si bien los #Hashtags han contribuido al intercambio y socialización de las imágenes en Instagram, también lo han hecho para generar interés e involucramiento respecto a un asunto en particular (Delfanti y Arvidsson, 2019). Es el caso de la desinformación:
mientras la primera registra más de 10 millones de publicaciones, la segunda únicamente mil. Aparentemente hay mucha similitud entre ambas líneas, aunque la primera concentra un mayor número de asuntos relacionados con la política en Estados Unidos y en contra del expresidente Donald Trump.
Una primera exploración sobre ambos #Hashtags arrojó más semejanzas que diferencias entre ellos:
- Cómo combatirla (talleres, reducción del riesgo; recomendaciones
- Nutrición
- Definiciones
- Ligada a notas falsas y/o FN: cómo combatirlas/campañas electorales
- Coronavirus: desmentidos pero también negacionistas muy pocos
- Enemigo de la democracia
- Información transmitida por medios, acusada de desinformación
- Campañas de alfabetización digital
- Combate a la desinformación
- Frases alusivas (George Orwell)
- Interesados/preocupados por el problema
- Discursos de odio/acusaciones y descalificaciones
- Avances de espacios informativos y/o de opinión vía Instagram y otros
- Memes
- Propaganda
- Desinformación que conduce al robo de identidad o de datos
- Eventos académicos
Importante presencia de colectivos y organizaciones ciudadanas, medios de comunicación, individuos; agencias de publicidad y relaciones públicas (propaganda) Unicef.
Distingo imágenes (genérico) de fotografías, videos u otras manifestaciones de la cultura visual; un cartel no es una imagen, es la fotografía de un cartel compuesto a base de letras. Desinformación es solamente uno de los hashtags que acompañan las publicaciones de los usuarios; generalmente buscan que sus imágenes se concentren en distintos temas de interés. Posibilidades de ver likes y número de reproducciones en caso de video.
Exploración para profundizar al respecto; Instagram funciona como apoyo a otros espacios ya sea en RSD o sitios web. Pero imágenes y videos no son suficientes para dar cuenta del asunto, sobre todo si están en hashtags tan grandes. Al menos en este caso mal vincular cuentas de Facebook e Instagram.
Profesora investigadora, Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación, Universidad La Salle
Bibliografía consultada
- DELFANTI, Alessandro, y ARVIDSSON, Adam (2019) Introduction to digital media, Wiley Blackwell
- GONZÁLEZ, Philippe (2018) Instagram: ¡mucho más que fotos! Ediciones Anaya Multimedia
- LEAVER, Tama, HIGHFIELD, Tim, y ABIDIN, Crystal (2020) Instagram: visual social media cultures, Polity Press
- 1 Instagram está disponible en equipos de escritorio, pero con funciones muy limitadas que no permiten compartir imágenes. También constatamos durante varios días que el algoritmo de la línea de tiempo no funciona igual en ambas versiones; aparentemente los dispositivos móviles tienen preferencia en cuanto a la actualización de la información.