Diego Alfredo Torres Rosete
Hablar de migración, en el entorno trumpista, implica hacer un profundo y frío análisis de la realidad que enfrenta la comunidad migrante en Estados Unidos. Lo que a primera vista parece ser, la “mano dura” de Donald Trump contra la migración indocumentada, es en realidad, la continuación de una política de Estado que se remonta a tiempos del Tratado de Guadalupe Hidalgo y que con el paso de los años, se ha radicalizado cada vez más.
Hablar de migración, en el discurso político, nos lleva a recordar que la retórica agresiva de Trump, en su primer intento por llegar a la presidencia de Estados Unidos, le permitió obtener la victoria al desviar la atención de las verdaderas causas de los problemas del país y enfocar, la culpa en los migrantes. Sin embargo; ese mismo discurso no le fue suficiente en su intento de reelección, donde fue vencido por el demócrata Joe Biden.
Si bien es cierto que, en el inicio del gobierno de Biden, tuvo que enfrentar el intento de golpe de Estado perpetrado por más de mil seguidores de Trump el 6 de enero de 2021 (muchos de los cuales, a pesar de haber agredido brutalmente a policías, han sido perdonados por el propio Trump en sus primeros días de gobierno), esto sólo fue el inicio de una administración llena de altibajos, donde se combinaron las consecuencias de una mala administración durante el gobierno de Trump, pero principalmente con un desempeño deficiente de Biden; lo que le llevo a perder el apoyo de su propio partido y que encamino a Estados Unidos, a la precaria situación en la que se encuentra hoy.
Hablar de migración, en la estrategia trumpista, implica entender que Donald Trump aprendió la lección: que culpar a los migrantes de los problemas del país, le da crédito a su discurso político. Pero ahora su posición, ha ido más allá. Ha pasado de describirlos como criminales a señalarlos como una “raza inferior” que, según él, contaminan la “sangre” de la supremacía de la raza blanca norteamericana. También entendió, que su verdadera base de apoyo no está en las masas, sino en ese pequeño sector supremacista blanco; que literalmente morirían por él y un contado número de magnates, que poseen los recursos económicos y armamentísticos necesarios, para imponer su agenda.
A medida que avance el gobierno de Trump, la verdad saldrá a la luz: cuando ya no pueda seguir culpando a los migrantes, utilizará el poder económico, que hoy le brindan magnates como Elon Musk entre otros. Y cuando eso no le alcance, si las condiciones se lo permiten, recurrirá a la fuerza bruta de sus seguidores para imponerse.
Hablar de migración hoy, implica pedir cautela a los migrantes indocumentados, ante los actos xenofóbicos que los asecharán, no solo por parte del gobierno, sino también de los sectores de la derecha radical, que representan una amenaza aún mayor. Ya que muy pocos migrantes saben que, en caso de ser víctimas de cualquier crimen, pueden denunciar y con esto asegurar su estancia de manera legal. El día de hoy, las amenazas y declaraciones xenofóbicas de Trump, ha obligado a todo el mundo a poner atención en los migrantes, lo que, dentro de la complicada situación, es un punto favorable.
También es necesario que los migrantes mantengan la calma, muchas de las medidas que Trump promueve desde su campaña, ya se han venido aplicando: millones de personas han sido expulsadas de Estados Unidos a lo largo de la historia, ya sea mediante procesos de deportación, detenciones en la frontera o regresos voluntarios; que ante la crisis económica, les han impedido a muchos migrantes e incluso ciudadanos norteamericanos a vivir con dignidad en Estados Unidos.
Hablar de migración, en tiempos trumpistas es hablar del impacto del neoliberalismo en la humanidad. Este sistema económico, impulsado por las élites financieras, que solo busca beneficiar al 1% de la población mundial a costa del empobrecimiento del 99% restante.
Hablar de migración, es sumamente complejo. No lleva a plantearnos la siguiente interrogante: ¿Cómo explicar los distintos niveles de vulnerabilidad dentro de la comunidad migrante? La cual es un grupo vulnerable, dentro de una población donde predomina la pobreza. Y dentro de este grupo, se debe de prestar especial atención a las mujeres y los menores no acompañados, que enfrentan aún mayores riesgos y todavía más vulnerables, son las mujeres, niñas y niños indígenas que migran sin compañía, expuestos a una triple marginación.
Hablar de migración, nos lleva a cuestionarnos si las acciones de los gobiernos (federales, estatales, municipales y comunales) realmente están respondiendo a las necesidades de este sector tan amplio y diverso. Hasta ahora, las políticas migratorias, han sido insuficientes y en muchos casos, han sido utilizadas como herramientas de manipulación política.
Hablar de migración, en tiempos difíciles, también nos permite ver las oportunidades que existen. Históricamente, la comunidad migrante ha sido resiliente. Ha soportado maltratos en sus países de origen y en Estados Unidos, pero han sabido abrirse camino. Son ellos quienes han levantado la economía del gigante del norte y al mismo tiempo, han evitado que sus comunidades de origen se hundan aún más en la pobreza.
Hablar de migración, en la Cuarta Transformación de la vida pública de México, significa reconocer que no se puede concebir un verdadero cambio sin la participación de las y los mexicanos migrantes en Estados Unidos, en especial los indocumentados. Durante la campaña electoral de 2024, en su visita a Los Ángeles, Claudia Sheinbaum, no solo sintió el amor de la comunidad migrante hacia México, sino también su firme compromiso de apoyarla en su trabajo por la transformación del país.
Hablar de migración y resistencia, es entender que este respaldo será clave para que nuestra presidenta, pueda enfrentarse con firmeza al criminal de Donald Trump; tal como lo hizo Andrés Manuel López Obrador al negar entregar la soberanía del país ante este personaje nefasto. La comunidad migrante ha demostrado una y otra vez su fuerza y su capacidad de resistencia. Es momento de que su voz sea escuchada y su participación reconocida en la construcción del México del futuro.
Hablar de migración; aquí desde siempre
Hablar de migración, nos invita a reflexionar sobre la importancia de la movilidad humana y los enormes avances que la humanidad ha logrado, gracias a la constante búsqueda de las personas por alcanzar una vida mejor. Este fenómeno, tan antiguo como la propia historia, ha dado forma a civilizaciones, culturas y sociedades enteras.
En el caso de México, no podríamos concebir la grandeza de nuestros pueblos prehispánicos sin la migración. Un ejemplo emblemático, es la salida de los mexicas de Aztlán en busca de la tierra prometida. Aquellos primeros migrantes, con esfuerzo, trabajo y posteriormente al uso de la fuerza, lograron extender su influencia hasta Mesoamérica. Lamentablemente, su expansión también trajo guerra y muerte; pero dejaron un legado cultural invaluable que hoy enorgullece a nuestra nación.
De manera similar en Estados Unidos, la migración ha sido fundamental en la construcción de su poderío. Lo que comenzó como trece colonias en la costa este, se transformó a través de conquistas territoriales y la labor de millones de migrantes; para convertirse en una de las naciones más ricas y poderosas del mundo. Sin embargo, esta grandeza también tiene su raíz en historias de explotación y dolor, donde fortunas han sido construidas a costa del sufrimiento de quienes llegan con la esperanza de una vida mejor.
El ciclo de la migración, se repite una y otra vez; donde las comunidades que en su momento fueron desplazadas, ahora son las que explotan y rechazan a los nuevos migrantes. Hoy, con figuras como Donald Trump, quien con un discurso, aunque abiertamente xenofóbico, refleja pensamientos que durante décadas han permanecido en silencio. Este tipo de retórica genera reacciones de defensa hacia los migrantes, pero también pone de manifiesto la hipocresía de quienes durante décadas no han hecho nada efectivo para protegerlos.
Desde la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, millones de migrantes han sido deportados, despojados, asesinados y desaparecidos; víctimas de un sistema que los utiliza como mano de obra desechable, mientras los expulsa en el momento más conveniente. Aunque se alzan voces prometiendo defender a los migrantes, la realidad es que estas promesas no han frenado el sufrimiento de quienes se ven obligados a dejar sus hogares.
La verdad incómoda, es que el problema no radica en el migrante en sí; sino en el migrante indocumentado, el pobre, aquel que a los ojos de los “legítimos ciudadano”, parece no tener derecho a aspirar a ser igual que ellos. Sin importar que, para obtener el pan de cada día, lo tenga que sacrificar todo, incluso su vida. No solo por un mejor futuro para sí mismo, sino también para su familia, su comunidad de origen y en última instancia, para la sociedad que lo recibe.
Las palabras de Donald Trump no son más que un reflejo de un sistema que, históricamente ha mostrado su desprecio hacia los migrantes indocumentados mediante acciones concretas y políticas, que perpetúan su vulnerabilidad.
Cada día, más personas se ven obligadas a emigrar; impulsadas por la pobreza extrema, la violencia y la falta de oportunidades y condiciones que muchas veces son fomentadas, financiadas y perpetuadas, por políticas e intereses vinculados a Estados Unidos. La llamada “búsqueda del sueño americano”, es para muchos una travesía llena de riesgos y sufrimiento. Aquellos que logran llegar a su destino enfrentan una realidad incierta, donde cualquier estabilidad lograda puede desmoronarse en un instante, debido a decisiones políticas o acciones de las autoridades fronterizas.
Hablar de migración en este contexto de crisis migratoria, significa que … es tiempo de reconocer nuestra deuda con los migrantes.
No basta con llamarlos héroes de la nación, cualquier gobierno que realmente busque el bienestar de su pueblo, debe priorizar la protección y el cuidado de los más vulnerables; incluyendo a quienes tuvieron que abandonar su tierra para sobrevivir. No se puede hablar de justicia social, sin incluir a los migrantes en los proyectos nacionales reconociendo su valiosa aportación económica y social.
Hablar de migración, es un llamado enérgico a pasar de las palabras a las acciones. Es hora de defender los derechos de los migrantes de manera tangible; implementando políticas públicas que garanticen su libertad, dignidad y acceso a una vida plena. Esto no es solo un acto de justicia, sino una necesidad para construir un futuro más equitativo y humano para todos.
Quizás el discurso de odio de Donald Trump, al desnudar de manera cruda los prejuicios y la discriminación que enfrentan los migrantes, sirva como un catalizador para que los gobiernos y la sociedad en general, reconozcan la deuda histórica que tienen con quienes han sido el motor invisible de tantas economías y comunidades.
Hablar de migración, significa que es momento de que se les haga justicia a nuestros hermanos migrantes, no con palabras vacías; sino con acciones concretas que transformen sus vidas y aseguren su inclusión y bienestar.
*Representante de Frente Amplio de Mexicanos y Migrantes