Jaime López Vela*
En 1978 un contingente de las poblaciones de la diversidad sexual y de género salió a marchar por primera vez en la Ciudad de México, en efecto, nos visibilizamos para emprender la lucha para restituir nuestra dignidad humana y la de nuestras familias.
Somos el 10 por ciento de la población, 13 millones de personas quienes enfrentamos de manera constante la discriminación por nuestra identidad sexual de lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales y no binarias (LGBTIQ+) desde la casa, en la escuela, en el trabajo y a lo largo de la vida, presas de la pandemia del VIH/SIDA -en mayor proporción- lo que sigue causando muertes cotidianas y enfrentadas a las agresiones y homicidios por prejuicio.
La lucha por nuestros derechos humanos inició con la llegada de la izquierda a la capital del país en 1997, la Asamblea Legislativa de entonces celebró el primer encuentro sobre la agenda de la diversidad sexual y así iniciaron las modificaciones legales que nos permitirán ir construyendo un marco de derechos incluyente propio.
Luego vendría la fundación de Agenda LGBT AC (2000) desde donde participamos en el diagnóstico de derechos humanos de la ciudad e iniciamos a trabajar en la propuesta de un marco legal, con la clara intención de auspiciar condiciones que nos permitieran salir del clóset y desestigmatizar nuestra condición humana para enfrentar a la pandemia del VIH que entonces nos golpeaba con mucha fuerza.
Carlos Monsiváis -mi querido amigo- afirmaba que, en consecuencia, habíamos perdido a dos generaciones de hombres gays y, frente a ello, mi apuesta como abogado fue pugnar por un marco legal de igualdad y no discriminación atendiendo las recomendaciones de ONUSIDA, sólo así podríamos atender oportunamente las medidas de prevención dictadas por la salud pública frente a la amenaza del SIDA. Impulsamos entonces la aprobación de las Sociedades de Convivencia (2006) con las que no estuvimos de acuerdo por su definición y contenido y declaramos que iríamos por el matrimonio igualitario que llegó en el 2009.
Impulsamos el derecho a la identidad de género para las personas trans (2008) y, mientras buscábamos un proceso administrativo, terminamos aceptando como opción e imposición un juicio especial para la reasignación de la concordancia sexo-genérica que, por fortuna, sería modificado en el 2015; logramos la tipificación de las agresiones y homicidios por odio (2009) y con la entrada en vigor de nuestro derecho conquistado fuimos de los primeros afortunados en casarnos el 10 de marzo del 2010.
También incidimos en el 2001 cuando se insertó el principio constitucional de no discriminación, sin embargo, para nosotros sólo se reconoció el término de preferencias (sic), seguimos insistiendo y en el 2011, cuando la Carta Magna incorporó a los derechos humanos y el principio propersona, se agregó preferencias sexuales (sic) y claro, fueron otros los que creían leerlos y entendernos los que insertaron estos términos con los que nunca estuvimos de acuerdo.
Hoy el CONAPRED reconoce que las preferencias sexuales equivale a legitimar la pedofilia. Estas y muchas acciones más siguieron, foros, mesas de trabajo, campañas vs el estigma y la discriminación y otras iniciativas, así como nuestra participación al interior del país para hacer valer todos estos avances, como en Quintana Roo en donde logramos que se hiciera valer el derecho al matrimonio igualitario en el 2011.
Hoy en la Ciudad de México a 47 años de ese primer acto de visibilidad hemos alcanzado de manera vertiginosa el marco de derechos más amplio que existe en la República Mexicana que consiste en prácticamente 20 reformas legales, que se circunscriben en el marco de reconocimiento expreso de los derechos humanos de las personas de la diversidad sexual y de género que consagra la Constitución de la Ciudad de México (2017), y sí, tuve el honor de participar como diputado constituyente de la Ciudad de México y de legislar al respecto.
Sin embargo, la deriva progresista de izquierda de la Ciudad de México si bien es un ejemplo que siguen muchos estados al interior del país, lo cierto también es que el ritmo al que armonizan sus marcos legales impide que las personas LGBTIQ+ gocen de manera efectiva de derechos plenos y, lo que es más, cada vez que se abre el debate en torno a una iniciativa que reconozca los derechos de nuestra comunidad seguimos escuchando los mismos argumentos “LGBTIQFobicos”.
En el caso del matrimonio igualitario, por ejemplo, ya todos los estados lo reconocen, incluso por resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJNÇ). Sin embargo, sigue sin estar legislado en Chihuahua, Guanajuato y Aguascalientes, tres estados gobernados por la derecha en el país, un hecho nada azaroso.
Otro hecho lo constituyen los estados que a la fecha son omisos en legislar para reconocer el derecho a la identidad de género en favor de las personas Trans entre los que se encuentran Aguascalientes, Chiapas, Chihuahua, Durango, Nuevo León, Querétaro, Tabasco y Tamaulipas.
Para lograr que los estados de la República Mexicana legislen para armonizar y reconocer y otorgar todos los derechos que reclamamos, proponemos una reforma constitucional, la reforma que México le debe a la diversidad sexual y de género para que se reconozca la igualdad y la no discriminación delas personas a partir de reconocer, como parte de su identidad sexual, la orientación sexual, la identidad de género, la expresión de género y las características sexuales, elementos constitutivos del derecho al libre desarrollo de la personalidad.
Ya hay pasos francos que se han dado desde el Congreso de la Unión para avanzar en ese sentido, como la reforma al artículo tercero constitucional que hoy reconoce el derecho a la educación tomando como referencia también a los derechos sexuales y reproductivos y, por ende, los libros de texto gratuito de la Nueva Escuela Mexicana, ésta medida permite incluir la Educación Integral de la Sexualidad (EIS) para revertir estas y otras tragedias de vida que vemos de manera constante en la sociedad como los embarazos no planeados, el acoso, abuso y violencia sexual, la transmisión de infecciones sexuales y otras más.
Esta reforma permitirá que todos los estados de la República Mexicana armonicen sus Marcos legales para que todas las personas LGBTIQ+ gocen de los derechos humanos que les corresponden a fin de castigar, detener y revertir las constantes violaciones a nuestros derechos y los actos de discriminación que predominan.
La reforma deberá acompañarse de otra al artículo 73 constitucional que permita al Congreso de la Unión legislar en materia de diversidad sexual y de género a fin de atender las demandas sentidas de nuestra comunidad, incluyendo, por supuesto, la Ley General Trans que esta comunidad reclama y que ha sido objeto de una recomendación expresa de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Huelga decir que hoy por primera vez las poblaciones de la diversidad sexual estamos en un presupuesto federal, el de la Presidenta, la Doctora Claudia Sheinbaum. Logramos que se aprobara una propuesta de nuestra autoría para que se desagreguen datos en los programas sociales para saber cuántas personas de nuestra comunidad están atendidas y cuantas faltan por atender en caso de rezago.
Después de años de incansable labor como luchador social, hoy, como diputado federal pugno, para que se restituya nuestra dignidad humana, para que se atienda como lo hemos propuesto, la atención al VIH desde un nuevo modelo de atención que retome la participación de organizaciones de la sociedad civil en las tareas de prevención y otras y para poner alto a las agresiones y homicidios por prejuicio en contra de nuestra comunidad, estamos empeñados en lograrlo.
Está motivado por la falta de atención oportuna y por el estigma; señalados, vilipendiados y asesinados solo por nuestra identidad sexual, solo por existir y ser quienes somos. Y cómo no, si Eduardo Verástegui y esos “gais redimidos” afirman que se han curado y pretenden erigirse como hombres rectos y líderes morales, aliándose con la ultraderecha, la misma que protege y mantiene impune la pederastia clerical.
A ellos y a nuestros detractores les decimos que, por años, hemos luchado —primero desde Agenda LGBT A.C. y después desde Morena— para que nuestra voz se escuche y se atiendan nuestras demandas. Hoy, en el presupuesto de la Presidenta Claudia Sheinbaum, se reconoce, en un hecho histórico, 16 acciones en cinco anexos transversales para atender a nuestra comunidad diversa.
Para reforzar el enfoque de Diversidad Sexual con el que construimos el segundo piso de la Cuarta Transformación, presenté una reserva para reformar el artículo 22 en sus fracciones II, III y V, a fin de incluir los criterios de orientación sexual e identidad de género en todos los formatos de registro de personas beneficiarias de programas sociales del Gobierno Federal, con el propósito de contar con datos certeros sobre cuántas personas de nuestra comunidad son atendidas puntualmente.
Hoy, la coalición de Morena, el PT y el Partido Verde tenemos el compromiso de cumplir con la ciudadanía que nos otorgó su voto como un proyecto transformador. Cuando afirmamos que “por el bien de todos, primero los pobres”, debemos entender que las “LGBTIQfobias” también nos hacen pobres.
A las diputadas y diputados de la oposición los retamos a cumplir con las poblaciones de la diversidad sexual y de género más allá de tomarse fotos con nuestra bandera en tiempos electorales, porque entre sus filas tienen a diputadas homofóbicas confesas como América Rangel y transfóbicas como Teresa Castell.
Hoy hemos identificado a quienes ostentan acciones afirmativas de diversidad sexual en este Congreso, como la diputada Verónica Pérez del PAN o Fuensanta Guadalupe Gutiérrez Esquivel del PRI, y aprovecho para preguntarles: ¿qué hacen por nuestra comunidad más allá de usurpar estas curules?
A la impresentable senadora Lilly Téllez, a esa traidora, le decimos que no, no estamos ni enfermos ni trastornados. No es la biología la que determina que seamos hombres o mujeres: somos seres humanos bio-psico-sociales. Somos personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales y no binarias, y no representamos ninguna “ideología de género”.
Esta es nuestra condición humana, entiéndanlo. Lo que pedimos es inclusión en las leyes y que se nos reconozca en igualdad y sin discriminación, para lograr incorporarnos al progreso social, cultural, político y económico de nuestro país. Están ustedes emplazados, porque suben a esta tribuna para evocar a su dios del amor, pero en la práctica lanzan discursos de odio y auspician la discriminación que lacera a nuestras personas y familias de manera constante.
A nuestra comunidad le decimos que estamos aquí empeñados en restituir nuestra dignidad humana y que no vamos a parar hasta lograr que nuestros derechos se extiendan por todo México, a partir de incluirnos desde nuestra Constitución, para vivir libres y felices, en igualdad y sin discriminación.
Seguiremos trabajando para detener la amenaza de la pandemia del VIH/SIDA y los homicidios por prejuicio, que vivimos de manera cotidiana y que, en muchos casos, se mantienen impunes. ¡Por un México incluyente y diverso! ¡Que viva la diversidad sexual! ¡Que viva la Cuarta Transformación! ¡Y que viva la presidenta Claudia Sheinbaum!
*Diputado Federal, Presidente de la Comisión de Diversidad LXVI Legislatura, Cámara de Diputados.





