En un revés para la administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su campaña de acoso contra la prestigiosa Universidad de Harvard, una jueza bloqueó el plan del magnate republicano de prohibir a la institución la admisión de estudiantes extranjeros.
En semanas recientes, Trump demandó a Harvard que prohibiera la inscripción de estudiantes extranjeros, al afirmar que los países de origen de esos alumnos no pagan nada por su educación (de aplicarse tal medida, alrededor de seis mil estudiantes se verían afectados).
En su cuenta de la red Truth Social, el mandatario se refirió a los estudiantes extranjeros de Harvard como “lunáticos radicalizados, todos ellos alborotadores, no deberían ser admitidos de nuevo en nuestro país”. Este comentario se deriva de las protestas que desde hace meses han realizado alumnos de origen palestino contra el genocidio en la Franja Gaza.
Por tal motivo, el gobierno de Trump exigió a Harvard la entrega de documentación de estudiantes extranjeros que han participado en las manifestaciones contra Israel, a lo que la universidad se ha negado de manera categórica.
“Harvard es muy lenta en la presentación de estos documentos, ¡y probablemente con razón! Lo mejor de Harvard es que han buscado y encontrado al mejor juez (¡para ellos!). Pero no teman, ¡al final el Gobierno GANARÁ!”, dijo Trump en sus redes sociales respecto a la postura de la institución educativa.
Kristi Noem, secretaria del Departamento de Seguridad Nacional de EU, fue la encargada de comunicar a la universidad la suspensión de su programa de intercambio con el pretexto, entre otros, de que “el antisemitismo está fuera de control en el campus”.
La decisión también afectaría a investigadores internacionales, quienes al igual que el alumnado quedarían en un limbo legal y con dos opciones: buscarse otra universidad o arriesgarse a ser deportados.
Este jueves, durante la ceremonia de graduación en Harvard, nueve mil estudiantes y decenas de docentes aplaudieron durante un minuto al rector, Alan Garber, quien se ha convertido en un símbolo de la resistencia de la institución académica contra los embates de la Casa Blanca.
Camila Doroteo