Este 23 de abril celebramos el Día del Libro y del Derecho de Autor, efeméride para fomentar la lectura y la escritura alrededor del mundo, así como la industria editorial y la propiedad intelectual de los escritores.
La fecha fue fijada por la UNESCO en 1995, debido a que alrededor de esa fecha fallecieron figuras importantes de la literatura, como Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega.
Los libros son el medio más importante para difundir conocimientos, culturas, formas de pensamiento y mundos alternativos, que permiten conectar con otras personas y estimular la creatividad de aquellos a quienes llega la lectura.
Por ello, es importante fomentar el hábito de su lectura; sin embargo, esto no garantiza un incremento en el interés de las personas por hacerse de un buen libro.
En México, según datos del INEGI, 69% de la población alfabeta de 18 años y más declaró haber leído materiales de lectura, en su mayoría libros (41.8%). Lo preocupante es que las y los mexicanos leemos sólo 3.2 libros al año en promedio, por lo que nuestro país ocupa el lugar 24 de 30 países latinoamericanos, con un promedio de lectura de 5.5 horas semanales.
Si bien es cierto que las ferias y los eventos relacionados con los libros a cargo del gobierno (como el recién efectuado Lectódromo más grande del mundo, a cargo de la jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada) son una estrategia bastante útil para acercar a las personas a la lectura y a los escritores, otras cuestiones entorpecen el gusto por este hábito.
Una de ellas es el precio de los libros, que ha ido en aumento. Por ejemplo, en la edición 2024 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL-Guadalajara), el precio de los libros subió 6.3% con respecto a 2023. El precio promedio fue de 269.52 pesos para obtener un libro.
Y aunque existen alternativas más económicas como los libros en línea no gratuitos, la mayoría de las personas no cuentan con las herramientas tecnológicas para ello o tampoco el precio del libro se ajusta a su bolsillo.
Este problema económico también deriva en la compra de textos de segunda mano o “piratas”, lo que afecta a la comunidad escritora que no recibe las regalías correspondientes.
Por tanto, adquirir el hábito de la lectura va más allá de que las personas quieran llevarlo a cabo si los invitan a un evento de lectura o a una feria que ven anunciada en la televisión o en los carteles del gobierno, sino más bien tiene que ver con el contexto desde el cual se hace casi imposible acceder a él sin dejar a un lado las responsabilidades que nos corresponden como individuos en un sistema tan precarizado.
Es importante que la administración gubernamental preste atención también a estos problemas que aquejan al ámbito literario en el país, sin dejar de promover la lectura con los eventos y, además, llevarlos hacia los sectores con menor acceso al mundo de los libros.
Itzel Cruz





