Naief Yehya*
Nueva York— A mitad de la noche del viernes 6 de octubre escuché la primera notificación de que un ataque de gran intensidad estaba teniendo lugar desde la franja de Gaza en contra de Israel, donde ya era sábado 7 y el quincuagésimo aniversario de la guerra de Yom Kippur. Imaginé que se trataba de un ataque con misiles como los que ha habido muchos pero entonces vi la palabra “incursión” y supe que debía tratarse de algo distinto, algo más atrevido, más mortífero y con mayores consecuencias.
El ataque de la milicia Hamas, llamado “Operación Inundación al Aqsa”, fue un plan complejo que involucraba incursiones por aire (a bordo de parapentes motorizados, los palestinos no tienen aviones), agua y tierra, y que comenzó con drones y oleadas de misiles que lograron saturar el sistema de protección “Domo de Hierro”. Simultáneamente los atacantes derribaron partes de la reja y mataron israelíes en varias comunidades, kibutzims, un festival de música, en las calles y carreteras. Fue una matanza brutal, espantosa y contraproducente, donde los atacantes también tomaron alrededor de ciento noventa rehenes que llevaron a Gaza.
En total se cree que alrededor de mil 400 israelíes y extranjeros que se encontraban en la zona fueron asesinados. Ahora bien, según testimonios, también hubo numerosas bajas en los combates entre el ejército israelí y los militantes de Hamas. Cuando esto se escribe no se sabe cuál es el número de víctimas civiles y militares.
Resulta inexplicable que los servicios de inteligencia israelíes, famosos por ser probablemente los más eficientes del mundo, hubieran fallado de una forma tan catastrófica al no haber anticipado un ataque semejante que debió tomar meses o años en organizarse y que aparentemente fue ensayado al aire libre a unos cuantos metros de la reja divisoria de Gaza, en una de las zonas más vigiladas del mundo. La agencia de inteligencia egipcia afirmó que tenían información sobre actividades sospechosas de Hamas y la compartieron con los israelíes quienes prefirieron ignorarla. El primer ministro Benjamin Netanyahu no tardó en anunciar que el país estaba en guerra. Poco después comenzaron a caer las bombas de represalia sobre Gaza. Cuando esto se escribe el Ministerio de Salud de Gaza ha reportado que han muerto más de tres mil 785 palestinos (mil 524 niños) por el bombardeo y las municiones israelíes.
Otro 11 de septiembre
Los medios occidentales al unísono declararon que este era el 11 de septiembre israelí y lo es en el sentido de que un ataque criminal contra la población civil que cobró un gran número de víctimas es usado como casus belli para emprender una misión punitiva militar abierta en la que el objetivo supuestamente es una organización terrorista (en aquel caso al Qaeda, ahora Hamas) pero el blanco real es la población civil y la completa destrucción de la infraestructura que le da sustento. El 11 de septiembre es entonces la excusa para, asumiéndose la víctima, lanzar carnicerías desproporcionadas como venganza, no como justicia.
Además, la tragedia sufrida se usa como un argumento moral que valida la necesidad de destruir al enemigo e impide cualquier discusión o evocación de la historia y contexto en que esto sucedió. El gobierno de George Bush junior lanzó su “Guerra Contra el Terror” y ahora Netanyahu hace lo propio con una masacre de gazatíes que desatará consecuencias en la región y el mundo. El argumento de la víctima hace que lo único aceptable sea una condena absoluta que permita a Israel tomar las medidas que quiera para vengarse, cualquier otra reacción es considerada como “estar del lado de los terroristas” o como un relativismo moral inaceptable.
La filósofa Judith Butler escribe: “Sería especialmente extraño creer que condenar requiere de una negación a comprender, por temor a que el conocimiento sólo pueda cumplir una función relativizadora y socave nuestra capacidad de juzgar”. Y Butler añade: “…si se nos prohíbe referirnos a ‘la ocupación’ (que es parte del Denkverbot alemán contemporáneo), si ni siquiera podemos organizar el debate sobre si el gobierno militar israelí de la región es un apartheid racial o colonialismo, entonces no tenemos esperanza de comprender el pasado, el presente o el futuro”.
Toda discusión ha quedado relegada y en cambio la estigmatización de toda la población ha sido notable. El ministro de la Defensa israelí, Yoav Gallant describió a los palestinos como “gente bestial” y añadió: “Estamos peleando contra animales y actuaremos de acuerdo con ello”, el propio presidente de Israel (un título ceremonial principalmente) Isaac Herzog, que es considerado de izquierda, declaró: “No hay inocentes en Gaza”. Varios miembros del gabinete han llamado a una segunda Nakba, para expulsar a la población palestina. La mayoría de los gobiernos del mundo escucharon estas palabras y permanecieron en silencio.
El devastador e indiscriminado bombardeo de Gaza vino acompañado de un sitio total: un castigo colectivo para el que cortaron la luz, el agua, la entrada de alimentos y medicinas y sellaron las fronteras. Por primera vez, el gobierno israelí se negó a permitir siquiera un corredor humanitario. Estados Unidos, la Unión Europea y buena parte de los países del mundo han manifestado un apoyo irrestricto en favor de Israel y por tanto de estas medidas. De hecho tardaron varios días de bombardeos para siquiera mencionar el sufrimiento de la población palestina acorralada en Gaza.
Mientras tanto la simple mención de un cese al fuego es presentada por los medios y gobiernos de la OTAN como una aberración y un insulto grotesco, de manera semejante a la forma en que el gobierno de Ucrania y sus aliados consideran cualquier iniciativa de paz o intento de diplomacia una traición. El gobierno ucraniano de hecho apoyó inmediatamente las acciones bélicas israelíes y comparó a Hamas con Rusia.
El gabinete de extrema derecha israelí vino a sepultar cualquier ilusión de negociación de paz entre Israel y Palestina. Incluso la posibilidad de discutir la “solución de dos estados” quedó sepultada. No es que hubiera interés israelí o estadounidense de revivir las pláticas pero el ataque de Hamas da por terminada esa ilusión para el futuro. La catástrofe humanitaria aumentó cuando Israel ordenó a cerca de un millón de palestinos a desplazarse hacia el sur de la franja para continuar con su bombardeo y debido a la inminente invasión. De cualquier manera siguieron bombardeando tanto el norte como el sur indiscriminadamente, incluso destruyendo convoyes de familias que huían. Para la población palestina la idea de ser desplazados de sus viviendas trae recuerdos de la Nakba, la tragedia palestina que consistió en la destrucción de la sociedad y desplazamiento de la población que tuvo lugar en 1948, en la cual parte de la población fue ordenada a abandonar su tierra a la cual nunca más regresaron. El 70% de la población de la Franja de Gaza son exiliados de otras partes de Palestina que quedaron atrapados ahí.
El concierto propagandístico
Inicialmente, en la confusión informativa y la desesperación de dar sentido a lo que ocurría, los canales informativos occidentales (principalmente CNN, BBC, MSNBC) dieron oportunidad de expresarse a voces pro-palestinas, poco a poco estas han ido disminuyendo para dar lugar a una narrativa exclusivamente proisraelí, con eventuales recordatorios de la aterradora situación en Gaza, tratada como si fuera una calamidad natural e inevitable, no como un crimen de guerra bajo la ley internacional y un crimen contra la humanidad. Israel se ha acostumbrado a usar la fuerza contra la población ocupada, así como contra sus vecinos con y sin provocaciones, debido a que no tiene que rendir cuentas a nadie. El resto del mundo se niega o es incapaz de imponer cualquier tipo de sanciones o crítica a las acciones de Tel Aviv, de esa manera el régimen ha desarrollado una gran arrogancia y un total desprecio por la ley internacional.
El bombardeo propagandístico rápidamente se volvió masivo en las redes sociales. Pronto comenzaron las historias estridentes en las que la confrontación armada pasaba a un segundo plano y se enfatizaban el salvajismo y la perversidad: masacres de familias, violaciones, decapitaciones de niños y bebés. Muchas de las historias de actos repugnantes pronto se desmoronaron al análisis, las contradicciones y la ausencia de pruebas.
Sin embargo, como suele suceder con la propaganda, las historias sórdidas quedaron impactadas en el imaginario popular. El mismo presidente estadounidense Joe Biden declaró haber visto fotos de atrocidades, como niños decapitados pero poco después la Casa Blanca lo contradijo, señalando que ni él ni nadie en el gobierno había visto dichas imágenes. Eso no lo hizo cambiar su discurso y en la visita a Israel el 18 de octubre repitió las acusaciones.
La “Inundación de al Aqsa” viene después de un notable incremento de violencia en contra de los palestinos en Gaza y Cisjordania por parte de las fuerzas de seguridad y de los colonos, a los que el gobierno de extrema derecha les ha dado todas las libertades para acosar e intimidar para recuperar las tierras. El año 2022, fue según el Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, el más mortal para la población palestina bajo la ocupación desde que comenzaron a llevar un registro de muertes en 2005. Este año las cifras serán mucho peores. Se han multiplicado los desalojos, anexiones, expulsiones, demolición de casas, destrucción de pozos de agua, de cultivos y de olivos. Han aumentado las ejecuciones extraoficiales, las restricciones de movimiento contra los palestinos, las provocaciones, las incitaciones a la violencia mediante intromisiones en sitios religiosos, incluyendo en la mezquita de al Aqsa. Las irrupciones violentas de colonos en la celebración de Sukkot, del 29 de septiembre hasta el 5 de octubre pasado, fueron una provocación concertada y protegida por el ejército.
El campo de concentración más grande de la historia
Gaza es una prisión sin techo, lo cual resulta conveniente para las autoridades israelíes ya que así pueden bombardearla y espiar desde los aires a su gusto. Este es el verdadero panopticón. Es ingenuo o idiota pretender que la población palestina de Gaza puede tener algo similar a una vida común y corriente. Se trata de gente con un desempleo escalofriante, sometida a un régimen opresivo de ocupación militar y apartheid.
Cierto, el ejército israelí salió de Gaza el 15 de agosto de 2005, pero eso no redujo el control y dominio que ejerce sobre una población sin Estado ni protección, a través de drones, espías e incursiones regulares, además de alta tecnología para vigilar las rejas o barrera de separación (llamarla frontera es un eufemismo), el aire y el mar. De ahí que sea tan increíble que pudieron planear un golpe como el del 7 de octubre. Para nadie es un secreto que la normalidad ahí es la imposición de reglas coloniales, despojo de propiedades, arrestos “administrativo” sin cargos ni debido proceso, ataques aéreos, demolición de casas, separación de familias, terrorismo cotidiano por parte de los colonos, tortura en las prisiones y asesinatos selectivos.
Aún en tiempos de paz Israel limita de ingreso de alimentos (ellos imponen una dieta de lo que permiten pasar por persona), medicinas y materiales de construcción a la franja de Gaza. Hamas conquistó el poder en la franja en 2007 y han impuesto un orden autoritario y corrupto que mantienen mediante la intimidación. Además, su fanatismo islámico es el mejor pretexto para que Israel reprima a la población.
Mientras esto se escribe sigue la matanza, de la cual los medios informativos parecen llevar el marcador, con la obvia intención de mostrar que Israel no sólo igualaría sino que superará el número de vidas perdidas con vidas palestinas. En los medios occidentales se habla de la posibilidad de una guerra más extensa, de la apertura de un segundo frente en la frontera del Líbano donde opera Hezbolá, e incluso de un ataque iraní, sirio y quizá hasta iraquí. Este escenario fantasioso ha hecho a los canales informativos, los principales diarios y los gobiernos de la OTAN decir que la existencia misma de Israel está en peligro. Esta falacia absurda no toma en consideración la descomunal desproporción entre el ejército y armamento israelí, que tiene además del apoyo de todo Occidente, un poderoso arsenal nuclear. Ninguno de esos estados de la región pondría en riesgo su supervivencia por los palestinos, esto lo hemos visto una y otra vez.
¿Qué sigue para Israel?
Lo que sí puede que cambie es que en los últimos años la población israelí se ha desconectado de la trágica realidad de la ocupación. Habían logrado aislar ese universo de horrores de su cotidianidad, como quedó en evidencia en las recientes manifestaciones masivas en contra del gobierno de Netanyahu y su reforma jurídica, en donde las masas salieron a la calle a protestar como si se tratara de una sociedad democrática cualquiera pero el problema de la ocupación militar del pueblo palestino no era parte de la discusión y era totalmente ignorado.
Tan sólo unos cuantos activistas israelíes han tratado de luchar contra la ocupación pero sin la menor efectividad debido a que es un asunto que se ha vuelto irrelevante para la mayoría. Mientras por el otro lado, los colonos y los extremistas sionistas con el apoyo del régimen no cesan sus agresiones contra los palestinos a todos los niveles. El ataque de Hamas ha vuelto a poner en evidencia la incompatibilidad de la democracia y la ocupación, así como demuestra que las “soluciones” para manejar y administrar el problema palestino en vez de tratar de resolverlo no funcionan.
Mientras aún caen las bombas es importante preguntarnos: ¿Qué viene después? ¿Será que realmente la derecha fascista ha logrado infectar a la mayoría israelí para pensar que la solución al problema palestino es arrasar Gaza de punta a punta, exterminar a Hamas y a una buena parte de la población, esperando que los supervivientes escapen al Sinaí y se vuelvan problema de Egipto?
Por ahora los movimientos populares en contra del gobierno de Netanyahu se han desarticulado. Aunque hay una gran inconformidad con el régimen y la población siente que el ataque tuvo éxito debido a la incompetencia del gobierno, Netanyahu ha ganado algunos meses para reinventarse como héroe y carnicero de Palestina y así recuperar prestigio. Ya podemos ver en el escenario mundial que la mayoría de los gobiernos que lo criticaban como el líder de un gobierno repleto de fanáticos y fascistas ahora lo han perdonado.
Mientras tanto en el Consejo de seguridad de la ONU, Brasil presentó una resolución para pedir pausas humanitarias en el conflicto para permitir el acceso a la ayuda humanitaria a Gaza. Obtuvo 12 votos a favor, dos abstenciones Rusia y Gran Bretaña, y un no rotundo de Estados Unidos. La responsabilidad de ser cómplices de un genocidio no es para Estados Unidos suficiente argumento para criticar a su mayor aliado en el planeta.
*Escritor, analista y periodista