Jerónimo Repoll*
En el contexto de violencia endémica contra las mujeres en México, analizamos la estrategia de merchandising social de Vencer el desamor, ficción audiovisual de prime time de “Las Estrellas” (Televisa). Esta narrativa, aún en el marco de un importante crecimiento de los servicios de tv de paga, sigue siendo relevante para extensos sectores sociales que no tienen recursos para acceder a ella y su oferta diversificada de contenidos. Proponemos, entonces, un recorrido que cuestiona la mirada miope y sesgada sobre las telenovelas y sus audiencias, reivindicando el uso estratégico de estas narrativas para incidir socialmente.
Violencias contra las mujeres
En 2020 Netflix produjo Las tres muertes de Marisela Escobedo, la madre asesinada por reclamar justicia por el asesinato de su hija Rubí, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Se documenta cómo la violencia, la corrupción y la impunidad, estructurales, son cuestión de Estado.
La brutalidad del caso es sólo la punta del iceberg del feminicidio como fenómeno social extendido endémicamente por el país: en México, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública informa que, en el marco de la violencia contra las mujeres, en 2020 se produjeron 940 “presuntos” feminicidios, 2 menos que en 2019 y 47 más que en 2018. Juárez es el municipio con más casos: 19. Según esta misma fuente, fueron asesinadas 2783 mujeres, un promedio de 7.6 por día.
A ellas deben sumarse las que están en calidad de desaparecidas o no localizadas: 18 mil 258 de acuerdo con datos del nuevo Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, presentado el 13 de julio de 2020. A esto nos referimos con fenómeno endémico, al que hay que sumarle otras violencias: física, sexual, económica, institucional, laboral, psicológica, simbólica.
Este panorama escalofriante tiene una respuesta de las mujeres a través de diferencias acciones políticas colectivas, encabezadas por organizaciones feministas, tomando las calles y la redes sociodigitales, reclamando justicia y espacios e impulsando reformas legales, acompañándose con sororidad, perdiendo el miedo.
El documental concluye, precisamente, con “Canción sin miedo”, escrita por Vivir Quintana, que estrenara junto a Mon Laferte y el coro “El Palomar”, el 7 de marzo de 2019 en el Zócalo de la Ciudad de México, se ha vuelto un grito de batalla:
Que tiemble el Estado, los cielos, las calles, que teman los jueces y los judiciales, hoy a las mujeres nos quitan la calma, nos sembraron miedo, nos crecieron alas. En cada minuto de cada semana nos roban amigas, nos matan hermanas, destrozan sus cuerpos, las desaparecen…si un día un fulano te apaga los ojos, ya nada me calla, ya todo me sobra, si tocan a una respondemos todas…
#NiUnaMas #NiUnaMenos #VivasNosQueremos #MeToo #YoTeCreo
Consumo de contenidos audiovisuales
Concentrados en el streaming, nos olvidamos que la otra televisión sigue contando. Esta desatención remite al desplazamiento de las audiencias al consumo bajo demanda, cada vez más fragmentando aunque focalizado en unas pocas plataformas foráneas, que nos administran la dieta mediática, con la aparente ilusión de ser nosotros quienes tomamos las decisiones. Según el documento “Oferta y demanda de OTTs.
Contenidos audiovisuales en México” del IFT, fechado en diciembre de 2020, con datos correspondientes a octubre del mismo año, Netflix y Amazon Prime Video disponían una oferta de 1435 y 1319 “series y eventos”, respectivamente, seguidos por Izzi Go App (802) y Claro Video (753). Acotado a una muestra de 1200 casos, la encuesta señala que un 86% consume en streaming, y recuerda haber visto en los últimos tres meses las siguientes series: Dark, La casa de papel, Élite, Grey’s Anatomy y The Walking Dead.
Por otro lado, la televisión comercial abierta colabora al proporcionar narrativas anacrónicas que alejan a las audiencias en busca de ritmo, intensidad, tramas desafiantes, brevedad serial, y la novedad central de ver cuándo, cómo y cuánto se quiera.
Algunos datos ilustrativos del consumo de contenidos audiovisuales: la ENACC 2019 del IFT (la última realizada), aplicada a 8750 personas, reporta que el 95% de los hogares tiene televisor, 45% cuenta con señal de paga y 55% sólo televisión abierta; tener más opciones de contenidos y canales es la razón principal (36%) para contratar señal de paga, mientras que el 58% no la contrata por el precio; el 51% de los entrevistados consumen contenidos audiovisuales por Internet ( 80% YouTube, 35% Netflix); en señal abierta, Las Estrellas (Canal 2 de Televisa) es el más visto (52%), 10 puntos porcentuales más que Azteca Uno
(42%); de lunes a viernes el 52% ve en el horario de 18 a 24 hs, concentrándose en los siguientes tipos de contenidos: noticias (51%), películas (46%), telenovelas (36%), deportes (27%), series (24%). Entre los que usan televisión de paga para ver también la tv abierta, resulta significativo que los canales más vistos sean Las Estrellas (53%) y Azteca Uno (45%).
Ahora bien, sin tener datos del IFT correspondientes a 2020 para poder contrastar, la información reportada por la consultora Dataxis (Martínez, 2020, 14 de dic.) indica que en el último año se pasó de 9 a 15 millones de suscriptores de plataformas de servicio bajo demanda y, a través de una encuesta a 1569 que utilizan estas plataformas, Netflix es el actor preponderante (93%), seguido por un lejano grupo de competidores: Claro video (11%), YouTubeRed (9%), AmazonPrimeVideo (8%), Blim (5%). Pese a ello, como decíamos más arriba, la otra televisión sigue contando. Pero ¿cómo?
Vencer el desamor
El título y la sinopsis presentada en el página web de Las estrellas no le hacen justicia a esta telenovela: “Una producción de Rosy Ocampo que abordará diferentes temáticas por las que van a pasar cuatro mujeres, te enseñarán como con la unión, valentía y fuerza superarán juntas cada una de estas situaciones y saldrán adelante”. Establece, al mismo tiempo, una clave de lectura errónea. Por supuesto que las protagonistas sufren por amor. Eso es inevitable. Si nos restringiéramos a este plano cometeríamos el error de considerarla una telenovela del montón, más digna de una programación vespertina que de horario estelar (lunes a viernes, 8:30 pm). Al contrario, mucho más relevante resulta la trama de violencias que teje las historias en un fresco que corresponde con las violencias contra las mujeres en México, antes referidas.
En el momento de escribir este artículo se han emitido 84 capítulos (entre el 12 de octubre de 2019 y el 8 de febrero de 2020), de un total aproximado de 90, considerando los anuncios de un final inminente. Hablar de spoilers no es propio de las telenovelas. Aquí el género manda. Las cartas están sobre la mesa. La pareja protagonista se anuncia en las marquesinas (aunque sean digitales). Por otro lado, nuestra experiencia como audiencia de telenovelas (la amplia mochila de historias consumidas) nos permite anticipar, casi con exactitud y desde el primer capítulo, el destino de la/s historia/s.
A diferencia de las series, el rating marcará cuán dilatado o breve sea el sufrimiento de los protagonistas. Históricamente, las televisoras se han tomado la licencia de acortar o extender una historia en función de su éxito comercial.
En este caso, el dato público más reciente sobre el consumo de programas seriados de tv abierta (Nielsen Ibope México, 2020), correspondiente a octubre de 2020, indica que Vencer el desamor tuvo un 6.04 % de rating, con un alcance de 5 millones de personas, sólo detrás de Soy tu dueña (6.94% rating) del mismo canal (Las estrellas).
Ambos muy por delante de los programas más vistos de las otras televisoras: Exatlón México Titanes vs Héroes, Azteca Uno (3.92% rating); Tierra Amarga, Imagen TV (1.39% rating); y FBI, Azteca 7 (1.75% rating). Es decir, las audiencias acompañaron la historia y permitieron que se sostuviera a lo largo de cinco meses. Impensado para las dinámicas de consumo de series de ficción de las plataformas de streaming.
Como sabemos, el rating y el alcance es una medida de mercado. Las audiencias son el commodity que explotan las televisoras. Y aunque ésta sea la concepción de audiencia que prima en las televisoras abiertas comerciales, sus audiencias son mucho más que eso.
No sabemos si la extensión de la telenovela estaba predefinida o se fue amoldando al índice de audiencia. Lo cierto es que llenar de contenido 90 capítulos exige un guion enredado.
A diferencia de la mayor parte de telenovelas, donde hay una macrohistoria y microhistorias que ayudan al despliegue del guión, en Vencer el desamor no hay una macrohistoria como tal, aunque pueden encontrarse tenues filones narrativos que vertebran la trama.
La estructura, entonces, es más la de un mosaico de historias que confluyen anecdóticamente en un mismo tiempo y espacio. No pretendemos aquí volver a contar la historia, sino reseñar las violencias contra las mujeres que se exponen en la telenovela.
Para ello, si bien están presentes varias de las funciones que impulsan el desarrollo de los relatos tipificadas por Propp, en este artículo privilegiamos la función del “daño” en tanto que no sólo sirve como disparador del relato sino que enuncia las violencias contra las mujeres.
I. Gemma (Valentina Bazzurro): en su personaje se anudan al menos tres daños. En el primer escenario, representa a una adolescente que vive en un pueblo de provincia, hija mayor de una familia de escasos recursos, que sus padres venden al “Cuau”, recién llegado al pueblo, donde ostenta recursos económicos de procedencia dudosa.
El Cuau maltrata a Gemma y la deja embarazada. Después de algunas digresiones en la trama, con la ayuda de una doctora del pueblo (Yolanda, encarnada por Gabriela Zas) la arrepentida madre de Gemma (Levita, representada por Claudia Ríos) la ayuda a escaparse.
Así Gemma llega a la Ciudad de México, como trabajadora doméstica en la casa de quien, más adelante, sabremos que es media hermana de su madre (fruto de una añeja infidelidad, acto prohibido, que es otra de las funciones señaladas por Propp).
Allí es ninguneada y tratada despectivamente, un daño aparentemente menor, pero fundamental en tanto demuestra cuán naturalizada sigue siendo la relación de explotación laboral en México, siempre permeada por el clasismo.
El tercer daño se produce cuando en la escuela secundaria se conoce su embarazo. A partir de allí el bullying pasa del ser provinciana a enfocarse en ser un mal ejemplo para sus compañeros, acción que refuerzan los padres de los demás estudiantes hostigándola y reclamando a las autoridades que la expulsen de la escuela.
Para alivianar la densidad de estas experiencias, el personaje demuestra una fortaleza fuera de lo común. Como recurso narrativo, se incrustan números musicales interpretados por Gemma. Una pausa arriesgada, que exige complicidad de la audiencia.
II. Dafne (Julia Urbini) anuda la prohibición. Tras la muerte de Joaquín Falcón, ejemplar abogado, esposo y padre de tres hijos varones, el testamento descubre la existencia de una hija fuera del matrimonio. Así llega Dafne a la casa de los Falcón, de la cual hereda una parte. Previamente, en los primeros capítulos queda viuda y con dos niños pequeños. Lo prohibido vuelve a aparecer en su vida cuando se enamora de Gael (Emmanuel Palomares), uno de sus medios hermanos, que a la postre resulta adoptado y así se supera la prohibición. En medio, descubre que su madre no sólo le había ocultado su filiación paterna, sino que también se había apropiado del dinero que le enviaba su padre. A los daños y prohibiciones, el personaje de Dafne suma las carencias materiales que condicionan las decisiones que va tomando para continuar con su vida y sacar adelante a sus hijos.
III. Ariadna (Claudia Álvarez) es la protagonista. Sufre el maltrato sistemático de su pareja (Eduardo, el segundo hijo de la familia Falcón, encarnado por Juan Diego Covarrubias): mentiras, infidelidades, abandono, machismo (no quiere que trabaje, la minusvalora, etc.) y, especialmente, el desprecio a Tadeo, el hijo en común al que no comprende y no puede querer, pues presenta un comportamiento disfuncional, que más adelante será diagnosticado como síndrome de Asperger.
Previo a abandonarlos, Eduardo lleva a Ariadna y a su hijo a vivir a casa de su madre (Bárbara Falcón). Tras el abandono, Ariadna se enamorará de su cuñado Álvaro (David Cepeda), el co-protagonista, que a su vez había sido engañado, defraudado y abandonado por Olga (Altair Jarabo), su esposa.
Al encontrarse sola y sin recursos, Ariadna decide volver a trabajar como periodista. En su nuevo rol como periodista de investigación, asumirá la agenda de género, denunciando acosos, violencia física y psicológica, violaciones y feminicidios. Correlato de lo que se va desplegando en la historias de las otras mujeres de la telenovela.
IV. Bárbara (Daniela Romo) es la madre de los tres Falcón. Es víctima colateral de las actividades de su marido, abogado penalista. Cuando este muere, dos maleantes tratarán de recuperar una prueba (un teléfono celular) que tendría en su casa.
Eso lleva a uno de ellos (Calixto) a infiltrarse en la casa con engaños, primero, y luego con uso de violencia física. Tras el fracaso de Calixto entra en escena Lino Ferrer, con estrategas de enamoramiento y, más tarde, también con violencia.
La audiencia sabe, mientras tanto, que estos personajes son los mismos que Ariadna y Cassandra (Bárbara Falconi), su compañera fotógrafa, persiguen, sin saberlo, como agresores seriales de mujeres. Más allá de lo anterior, el personaje de Bárbara es ejemplar como víctima y ejecutante de la violencia simbólica, tal como la concibe Bourdieu, encarnando naturalmente una matriz cultural cargada de machismo, clasismo y racismo.
Esta violencia se cuela en la telenovela a través de diferentes personajes, pero es en Bárbara donde resulta ostensible y estratégicamente dispuesta en el guion. No es casual ni anecdótica. Es algo con lo que el personaje lucha desde el primer momento. Clasismo y racismo se mezclan continuamente, como en un continuum, pero es en torno al personaje de Estefanía (Pía Saenz) que se materializa pedagógicamente, cuestionando su amor por un hombre pobre e indígena y operado en diversas situaciones/daño.
V. Olga (Altair Jarabo). Este personaje aparece como villana gran parte de los capítulos. Como ya señalamos, engaña, defrauda y abandona a Álvaro, esposo y socio en un despacho de arquitectos. Aprovechando un infortunio profesional, Olga lo deja y se involucra con otro socio y amigo de Álvaro en el despacho. En este pasaje de la historia Olga queda embarazada, después de haberlo intentado mucho tiempo con Álvaro.
Luego se descubrirá que el hijo que espera es de Álvaro. Y, cuando el personaje cambia de signo y se reivindica, es víctima de secuestro, violación y feminicidio, la más brutal de las violencias contra las mujeres que narra la telenovela y viven las mujeres en México: ser asesinadas por el hecho de ser mujeres.
El secuestro se produce al final del capítulo 72. En el 73 aparece el auto de Olga abandonado y comienza la investigación. El siguiente capítulo acaba cuando la policía le comunica a Álvaro que identificaron el cuerpo de Olga. Los siguientes capítulos buscan responsables.
Valoradas desde el canon cultural de las bellas artes, las industrias culturales, la televisión y las telenovelas
ocupan el más bajo escaño de la jerarquía cultural. Esto cuando directamente no se les niega su carácter cultural e, incluso, se las acusa de degradar la cultura.
Al respecto, como dice Jesús Martín Barbero, <<la cultura es menos el paisaje que vemos que la mirada con que lo vemos>>.
Cuestionar el mal de ojo de los intelectuales que no ven más que degradación cultural en las telenovelas, consideradas mercancías para entretener a audiencias embrutecidas, no significa indultar a las telenovelas y las televisoras. A pulso se han granjeado sus críticas.
No obstante, seríamos miopes si no reconocemos la apuesta de Televisa con Vencer el desamor. Hay telenovelas insufribles (que de tan mal logradas ni siquiera se puede sufrir y/o gozar a gusto con ellas), pero hay otras, como la producción de Rosy Ocampo, que resultan necesarias.
Aplicando el merchandising social, y aunque pueda considerarse redundante, o una subestimación de la audiencia, siguiendo la estrategia pedagógica de la Rosa de Guadalupe (no su solución milagrosa) al cerrar cada capítulo, los actores toman la palabra enfatizando el sentido social de la serie: “Recuerda que si alguien es víctima de violencia, abuso o acoso nunca es su culpa. El responsable siempre es el agresor. Si eres testigo de un delito no te calles. Necesitas ayuda, llama gratis a estas líneas [Línea de ayuda Orienta Sex 800-007-7200 / 55-7999-5957 de Mexfam y Fundación Televisa]. La atención es confidencial”.
Diferentes mensajes a lo largo de la telenovela anteceden a las mismas líneas de ayuda:
“La violencia contra la mujer no siempre es física, también lo es cuando alguien te controla o te manipula. Recuerda que no estás sola…”,
“A nivel mundial una de cada tres mujeres sufre violencia por parte de su pareja. Si ese es tu caso o conoces a alguien que necesita ayuda…”.
Cierres directivos, sí. Pero cuando ese cierre no implica esperar un milagro sino denunciar, buscar ayuda y justicia, no queda más que saludarlo. De entrada, la desnaturalización de la violencia es una ayuda para muchas mujeres que se reconocerán en las vicisitudes por las que pasan las mujeres de la telenovela.
El contrato que establecen las audiencias con los guionistas está basado en la credulidad, no en la ingenuidad. La gente no ve cualquier cosa, aunque su menú sea restringido. De ahí la suerte de una telenovela que interpela a su audiencia como personas inteligentes.
Como vimos, el catálogo de violencias experimentadas por Gemma, Dafne, Ariadna, Bárbara y Olga en la ficción es muy amplio. Y se complementa cuando Ariadna, en su rol de periodista, refiere a la violencia extradigética. Esta estrategia narrativa, al mismo tiempo, establece el riesgo que entraña ejercer el periodismo en México.
Al respecto sólo un dato: en una década especialmente violenta contra los comunicadores, 2020 tuvo el mayor número de periodistas asesinados: 19.
Finalmente, y valorando la intención de incidir socialmente sobre uno de los problemas urgentes del país, aunque a cada daño suele corresponder una reparación, hay daños que no son reparables. Que en la ficción paguen los culpables es un alivio que no suelen tener las víctimas en la vida real. Según los datos de la asociación Impunidad Cero, en 2019 quedaron impunes el 51.4% de los feminicidios en México.
Dicho esto, debemos subrayar un último aspecto positivo de la telenovela, donde emerge la empatía, solidaridad, tregua y sororidad entre las mujeres de la serie, pese a que los personajes mantienen una relación permanente de tensión y conflicto, anudados a las prohibiciones y daños descritos.
Referencias
IFT (2019) Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales 2019. Recuperado el 2 de febrero de http://www.ift.org.mx/ sites/default/files/contenidogeneral/medios-y-contenidos-audiovisuales/01encca2019vp.pdf
Impudidad Cero (2020) Impunidad en homicidio doloso y feminicidio: Reporte 2020. Recuperado el 2 de febrero de https://www.impunidadcero.org/articulo.php?id=142&t=impunidad-en-homicidio-doloso-y-feminicidio-reporte-2020
Martín-Barbero, J. (1997) La televisión o el “mal de ojo” de los intelectuales. En Comunicación y Sociedad, (29), 11-22.
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